miércoles, 14 de octubre de 2009

Epístola al pintatrapos Karl Otto Lagerfeld



Mire usted:

De tener su cerebro el tamaño de su boca -tal vez con la mitad sobrara- y con mucho esfuerzo, el dinero de su padre el banquero y el apoyo incondicional de un buen psiquiatra, es posible que hubiera aprendido usted a pensar, míster Lagerfeld, aunque personalmente lo dudo. Un señor que pierde 36 kilos en un año -estando ya escuchimizado- sólo por ponerse las prendas de una diseñadora de moda, es porque ha nacido tonto del haba, por mucho dinero que tuviera su progenitor.

Aunque los ricos, como el dinero lo lustra todo, cuando les nace un niño tonto del haba le llaman genio, por eso del qué dirá Pitita Sánchez-Almendralejo de Zúñiga, qué pensarán los Gonzálvez de Quirós -de los Gonzálvez de Quirós de toda la vida- y qué será de nuestro prestigio. Por eso a usted le dijeron que era un genio, lo pusieron a dibujar trapos, le dieron la profesión de modisto, le tocaron las palmas en cuatro tablaos, usted se lo creyó -todos los tontos se lo creen-, se puso un peluquín blanco, gafas de 24 pulgadas -Illanes tenía unas parecidas hasta que su madre las tiró a la basura-, se creyó la reina del mambo y ahora se cree con derecho a meterse con todas las gordas del mundo, siendo como son mayoría, o con lo que usted entiende por gordas, que viene a ser lo que el populus romanus entiende por tía buena, o sea, todo aquella mujer que pase de la talla 40 y no supere la 70. Ya sabemos que usted no diseña tallas más allá de la 38, una prueba más de la carencia de masa gris en su cuadrado cráneo.

Mire usted, míster Lagerfeld, al menos por mi pueblo no aparezca usted ni por equivocación, porque le vamos a dar matarile en cantidad y en calidad. Yo el primero, aunque esté feo correr a gorrazos a un niño malito. ¿Y dice usted que las mujeres que critican a las modelos afiladas, por aplicar una expresión suave, es porque tienen envidia? ¿Porque están todo el día sentadas en el sofá comiendo patatas fritas? ¿Pero usted sabe lo que es una mujer, y menos una patata frita, míster Lagerfeld?

Mire usted, ¿no será posible que su acomplejada mente, viéndose en el cuerpo de un hombre y no en el de una mujer, haya desarrollado un rencor africano hacia las mujeres, hacia todo aquello que usted deseó ser y sabe que nunca será? ¿Es por eso que para usted la mujer perfecta es aquélla que no tiene forma, que no tiene curvas, que no tiene nada de eso que usted, en lo más íntimo, siempre quiso tener y nunca tendrá? ¿No será usted lo que el populus romanus llama un mariquita resentío? ¿Por eso arremete contra las mujeres normales llamándolas envidiosas?

Mire usted, míster Lagerfeld, a usted no le gustan las mujeres gordas, ni las rellenitas, ni las flacas, ni las escuálidas, ni siquiera los espantapájaros, a usted sencillamente le gustan los hombres, y tiene derecho a ello, oiga, pero deje en paz a las mujeres normales, a ésas que nos gustan a todos los hombres que no nos fijamos en usted como no sea para reírnos de su patético y estirado porte de pijo de alta cuna. Diga usted lo que diga, los hombres vamos a seguir disfrutando al ver mujeres gorditas, con formas de mujer, con generosidad de carnes y curvas. Mujeres vestidas normalmente, con faldas o pantalones, con escotes o sin ellos, no con aquel vestido que usted diseñó imitando a un coche con una parrilla de radiador y un parachoques. Después de diseñar eso, ¿pretende usted que alguien lo tome en serio? No, mire usted, no, el dinero no da para tanto.

Es duro ver su acartonado rostro riendo como si tal cosa, tan duro como oír sus comentarios contra las mujeres normales y ver que nadie toma medidas contra usted, míster Lagerfeld, con lo que padece nuestra juventud con la anorexia, pero más duro aún resulta ver en una foto a mujeres tocándole las palmas y riéndole las gracias a un gilipollas que en el fondo de su corazón, si lo tiene, les guarda un odio y una envidia feroces. Usted no es un modisto, usted es un pintatrapos con ínfulas de aristócrata, míster Lagerfeld. Por si acaso, no aparezca nunca por mi pueblo.

César Lamara